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“Para nosotros Villa fue un asesino”. El paso de Francisco Villa por San Pedro de la Cueva.
“Villa y su ejército secuestraban a los hombres del pueblo, los reunían en la plaza y los mataban”, cuenta la cronista del pueblo de San Pedro de la Cueva, Esther Noriega.
En el pasado mes de diciembre se cumplieron 106 años de la matanza sucedida en el pueblo de San Pedro de la Cueva por el general Francisco Villa, donde mandó fusilar a todos los hombres del pueblo. En memoria de las viudas y mártires de San Pedro de la Cueva, así como del padre Avelino Flores, quien fuera asesinado por intentar detener la masacre, se realizó el Primer Festival Cultural Avelino.
Este pueblo localizado en el centro del estado de Sonora, es una comunidad dedicada a la ganadería y agricultura, donde mencionar al general Francisco villa es hablar de un asesino despiadado, sobre todo para los adultos mayores que aún conservan las anécdotas de sus abuelos de aquellos días.
En el centro del pueblo, en una esquina, está una casa que anteriormente albergó el museo y hoy esta deshabitada; la casa la cuida la cronista y entrar al lugar es transportarse en el tiempo. Al atravesar la gran puerta se alcanza a ver un amplio patio al fondo con árboles, rodeado por varias habitaciones, esta casa fue el lugar donde se escondieron varias personas que corrían peligro de ser fusilados por los villistas. Todo en su interior se conserva como en esos días, los muebles, la cocina y las camas se ven intactas. El hogar de la familia Duarte, además de servir de refugio, fue usada por los villistas para albergarse en esas fechas, se comenta entre las personas más grandes que quedan en el pueblo, que también ahí durmió el general Villa.
“El día dos de diciembre de 1915 mientras doña Paz atendía a su marido don Ángel Duarte que estaba en cama por un fuerte resfriado, fueron avisados de que Villa y sus soldados estaban en el pueblo, se escuchaban las balaceras a lo lejos. Inmediatamente doña Paz ocultó a sus hijos e hijas en un cobertizo subterráneo donde guardaban parte de su cosecha, llegaron vecinos también a pedirle un lugar donde esconderse, en total lograron refugiarse 13 personas. Después de eso la casa fue invadida por una tropa villista, estaban en la sala del matrimonio, entraron a caballo hasta su patio y se apoderaron de su hogar”, comenta la cronista mientras caminamos por entre los muros de la casa, que es de habitaciones amplias.
San Pedro de la Cueva, así como los pueblos vecinos de Suaqui, Tepupa y Batuc eran asaltados continuamente por bandas de ladrones que se llevaban todo lo que podían. Los pobladores decidieron montar vigilancia en las afueras de pueblo, la mañana del 1 de diciembre observaron a un grupo de hombres armados a caballo y los atacaron, sin saber que eran tropas villistas y en donde resultó herido y muerto un sobrino del general Villa, que venía debilitado y humillado después de perder varias batallas. Este, enfurecido, ordenó matar a todos los hombres de San Pedro de la Cueva en venganza, sin ninguna consideración.
Esther Noriega también comenta que horas después la irrupción de los villistas a la casa algunos soldados venían heridos de combates anteriores y a doña Paz se le ordenó curarlos y darles de comer.
“Doña Paz comenzó a curar a los heridos que estaban tendidos por toda su sala. Su marido tuvo que levantarse y con su esposa comenzaron a cocinar para alimentar a los soldados apostados en su hogar. Los hombres de villa habían comenzaron a sacar a los varones del pueblo de sus casas, los llevaban a la plaza, lugar donde el padre Avelino les imploraba que les perdonaran la vida”
“Aprovechando el ir y venir de los soldados doña Paz sacó del cobertizo a sus hijos y a unos vecinos y los llevó a un cuarto en la azotea, ahí permanecieron por horas, mientras Villa y su ejército secuestraban a los hombres del pueblo.. Mataron a jóvenes, a ancianos, levantaron mujeres y se las llevaron al monte, las violaron y las dejaban tiradas”.
“La gente se escondía donde podían para salvar sus vidas. Doña Paz le dio ropa de mujer a tres de sus hijos y logró que escaparan de su casa sanos y salvos. Sin embargo le fue imposible salvar a su marido. Los soldados tomaron a su esposo enfermo, ella suplicó por su vida en vano. Fue abatido junto con otros 83 hombres inocentes a manos de Villa y sus hombres”.
Francisco Ibarra Peñuñuri de 89 años, vecino del pueblo, platica que su papa le contaba sobre su abuelo Francisco Ibarra que era un músico en aquellos días de la matanza.
“Eran como las nueve de la mañana cuando se lo llevaron, los soldados le ordenaron acarrear agua del pozo, para sus necesidades, después lo encerraron en una casa junto con otros hombres, ya mi abuela se enteró cuando ya había pasado todo, se fue y ya no volvió jamás”.
El señor Francisco comenta que antes no se hablaba mucho de la tragedia, por el dolor que causaba entre la gente del pueblo. “Ahora a los jóvenes no les interesa tanto esa parte de la historia, el festival sirve para no olvidar. Villa será héroe en otras partes, pero para nosotros fue un asesino”.